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La fe, hoy en día, es un deporte extremo

Planteo la siguiente pregunta: ¿Da lo mismo creer que no creer?

Piensan que creemos en Dios porque hemos descubierto “no sé qué pruebas”…

Para no vivir a medias; y no contentarme con ir “navegando” o peor aún, ser algo así como un “turista existencial”.

Creo que quien tiene clara la imagen de la divinidad (de Dios, pues) propuesta por Jesucristo, es capaz de situar las cosas en su verdadera perspectiva y dimensión.

Creer en este Dios significa para mí,  sentir con otra hondura mi propia dignidad.

Creer en este Dios significa reconocer esa misma dignidad en todos los hombres y mujeres.

Creer en este Dios significa creer que el mal, la injusticia y la muerte NO tienen la última palabra.

Esta fe, entonces, me sirve para tener más fuerza para amar a las personas; para defender mi libertad y no terminar esclavo de cualquier ídolo; Y en última instancia, aunque no de menor importancia, para no perder la esperanza en el ser humano.

¿Cómo acceder a este Dios?

Hay que hallar una rendija...un espacio de necesidad, allí donde termina el orgullo de la autosuficiencia.

Tomarse la fe en serio, es entonces, un deporte extremo.

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